El cerdo ibérico es uno de los animales más apreciados por la gastronomía española. Su carne es fundamental para la elaboración de jamones ibéricos y paletas así como embutidos, mantecas y otros elaborados fundamentales para la cocina de nuestro país.
La carne de cerdo ibérico también es una de las más apreciadas por su sabor, textura y aroma. Se trata de una carne especial que, gracias a la alimentación específica del animal, cuenta con unas vetas de grasa que la hacen única.
LA RAZA IBÉRICA
El cerdo ibérico se diferencia en muchas cosas del cerdo blanco. Una de las principales diferencias entre estas dos razas de porcino es que el cerdo ibérico posee una fisiología muy característica, basado en un esqueleto fino, con patas muy largas y fuertes.
De esta forma, el cerdo ibérico posee menos músculo que otras razas, lo que lo hace único: su sistema infiltra finas vetas de grasa entre la musculatura que poseen proteínas y los ácidos saludables de las bellotas. Para que esto ocurra, un cerdo ibérico necesita comer más que otras razas para su engorde.
Los cerdos ibéricos pueden llegar a pesar hasta 300 kilos, aunque generalmente los escogidos tienen un peso de entre ciento cincuenta y ciento ochenta kilos aproximadamente. Como dato curioso, durante la montanera, un cerdo ibérico puede consumir más de siete kilos de bellotas al día y tres de pastos.
Pero no solo la alimentación es importante en la cría de los cerdos ibéricos. Su forma de vida también es fundamental para lograr las características idóneas tanto para jamones y paletas como para el resto de derivados. Esto quiere decir que durante su vida en las dehesas, el cerdo ibérico realiza mucho ejercicio, caminando varios kilómetros al día. Gracias a esto, la grasa se introduce en las fibras musculares dando lugar a esas vetas de grasa de las que hablábamos antes.